Escasos homenajes ha recibido el general Pedro María Mejía y Cotes y no se ha escrito sobre sus luchas audaces por la libertad a pesar de que se sucidó indignado por la intervención militar del 1916
POR ÁNGELA PEÑA
El general no ha merecido homenajes espléndidos. En los libros de historia no incluyen fotos suyas ni escribieron siquiera una línea reconociendo sus luchas audaces contra la dictadura de Ulises Heureaux, aunque, su gesto más gallardo fue la decisión de envenenarse cuando el invasor yanqui izó la bandera norteamericana desplazando a la dominicana pese a sus airadas protestas de patriota.
Pedro María Mejía Cotes sólo es venerado por una descendencia orgullosa de las actuaciones de su preclaro ancestro, que lamenta que sólo se reconozca a los intelectuales de la familia opacando aquellos que descollaron en la milicia, como es el caso de este aguerrido soldado al que honra una minúscula calle sin salida de “La Esperilla”.
El historiador y genealogista Jail Aurich, de parentesco lejano con el ilustre gobernador que impuso el orden en Santo Domingo tras el ajusticiamiento de Lilís, lo rescata del olvido a través del testimonio de nietos y biznietos que han conservado algunas pertenencias, escasa documentación y el comportamiento ejemplar de quien en vida “tuvo dos vocaciones que cultivó alternativamente: la milicia y la agricultura”
Reconstruir su biografía no ha sido tarea sencilla para el resuelto investigador del pasado. Una página de la revista “Letras” lamentando el trágico deceso, la sucinta crónica del Listín Diario, algunos manuscritos de Mejía y el árbol genealógico es lo que ha logrado agregar a relatos familiares y a la enorme foto que se disputan.
De las narraciones recibidas de padres y madres que fueron la prole del revolucionario de tantas viejas contiendas hablan Ángela Mejía Blanco y Mirna Kuret Mejía, biznietas, y Ligia Peynado Mejía, Adelaida Mejía viuda Morales y Aida Mejía Nivar, nietas de Pedro María.
“De los Mejía sólo se ha tomado en cuenta a los escritores, Pedro María constituye la rama militar, al igual que sus hijos Arístides, Pedro María y Félix”, significa Jail, resaltando las tantas veces que su biografiado escapó de la muerte, especialmente en un atentado contra Ulises Heureaux (Lilís) en el que participó junto a Generoso de Marchena.
Señaló que Mejía Cotes fue miembro destacado de la Junta de Gobierno que se formó después del derrocamiento de Heureaux conjuntamente con los prestantes ciudadanos Mariano Cestero y Álvaro Logroño. “Esa Junta figura en todas las cronologías de pasados gobiernos. A él lo eligió el pueblo, a unanimidad”, significaron.
Fue partidario decidido de Buenaventura Báez, pero se ha puesto de manifiesto su integridad en los servicios prestados durante esa administración. Siendo Comandante del “Batallón Ozama” fueron dispersadas las fuerzas y él, “después de varios días de penosa travesía por montes intrincados de la República, se presentó en esta capital y entregó a la Contaduría General de Hacienda una suma considerable de dinero que conservaba en su poder, sin que nadie lo supiera. Este rasgo de poco común honradez mereció el elogio de las autoridades y de la ciudadanía capitaleña”, publicó “Letras”
Pedro María nació en 1845, hijo de Félix Mejía Mejía y de Tomasina Cotes. Casó con Ángela González, madre de sus hijos Félix, Tomasina, Pedro María, Petrona, Ángel María, Virgilio, Arístides, Mercedes, Josefina, Rosa Dilia y Ángela.
Además de los cargos citados fue Comandante del “Batallón Restauración” y recorrió triunfante la República en diversas batallas. Llegó a General de División y Brigada. Gobernador de Santo Domingo en los gobiernos de Horacio Vásquez, Juan Isidro Jimenes y José Bordas Valdés; subsecretario de la Guerra en el de Alejandro Woss y Gil y secretario de Agricultura e Inmigración y de lo Interior y Policía con Buenaventura Báez.
Aida lo describe de baja estatura, “muy rabioso” y tan patriota que casi todas sus fotos se las hacía tomar en la Puerta del Conde. Siempre andaba con capa, paraguas y sombrero” Su muerte se produjo el 20 de junio de 1919.
La calle. En 1972, el Ayuntamiento de Santo Domingo acogió la petición de Adolfo Pumarol quien solicitó una calle que perpetuara la memoria del general. En sesión del 28 de junio de ese año, la sala capitular reconoció los méritos de Pedro María Mejía y Cotes y resolvió designar con su nombre la vía ubicada “entre las calles Eugenio de Marchena y Pedro Henríquez Ureña”. (Hoy sólo tiene entrada y salida desde la Pedro Henríquez Ureña)
Esos predios, y parte de Miraflores, pertenecieron a la familia Mejía. “Las cuevas de Santa Ana y zonas aledañas eran de su propiedad, por eso escogieron este sector para la calle”, comentaron las descendientes.
Zoom
Suicidio
Murió izando la bandera dominicana en protesta por la presencia norteamericana. Residía en la calle “José Reyes” y las tropas extranjeras improvisaron enfrente un hospital. En un arranque de patriotismo subió la bandera dominicana y los interventores la bajaron. Volvió a subirla y ellos la bajaron nuevamente. Entonces, airado, exclamó: “¡Voy a morir defendiendo la Patria!”, cuentan Jail y los descendientes.
El militar ingirió un raticida
La prensa no ofreció la real causa del envenenamiento “debido a la situación política”, aseguran. “Ha muerto violentamente y cuando nada hacia temer tal desenlace. Parece ser que confundió el medicamento que tomaba e ingirió una poción venenosa...”, anotó el Listín.