(DEL LIBRO ENTRE LA BALANZA Y EL RIO DE MIGUEL COTES)
La Romana
Uno de ellos, fue el padre Juan Sebastián Cavalotto, quien abandonó esta tierra un 9 de enero del año 1997, quedando en todos los romanenses, la impresión justificada, de que fue una persona dotada de gran condición humanitaria, disposición de servicios y acendrado espíritu cristiano, dejando para siempre huellas imborrables en esta comunidad.
El padre Cavalotto a su paso por esta provincia, dejó una serie de obras que engalana su persona con el profundo reconocimiento especial de quienes les conocieron. Dispensarios médicos, centro vacacional, comunitario, parroquias, escuelas y otras que contribuyeron notablemente con el desarrollo social y económico de este pueblo que lo acogió como hijo adoptivo meritísimo.
El padre Cavalotto tenía plenos conocimientos de teología, evangelio e historia de la iglesia universal, sabía ingeniería, medicina, quimica, física, literatura, psicología, ecología, albañil, plomero, electricista, en fin era “un sabelotodo”.
El padre Cavalotto nació en Montforte De Alba, un pueblito campesino de Italia el 16 de enero de 1918.
Estudió teología, música e historia, despertando así una vocación que lo acompañaría durante toda su vida al servicio de la humanidad.
Cando llegó al país, en 1958, se instaló e inició su gran obra en la iglesia Santa Teresa de Jesús, en villas Agrícolas de Santo Domingo. Proveniente de Nisibón, Higuey, provincia
Alquiló una casa ubicada en la avenida libertad e inició su labor sacerdotal en
El padre Cavalotto, era un firme convencido del concepto de José Martí, en el sentido de que “la mejor manera de decir es hacer.”
Era un apasionado trabajador constante en el área de la construcción y hombre de acción, incansable, aunque también era un hombre de letras.
Escribió numerosos artículos en la prensa nacional y varios folletos, donde trataba sobre el matrimonio, el divorcio, la unidad cristiana, la oración, la evangelización y poemas en los que recogía sus sentimientos al final de su vida, orientándonos a enseñar esos valores morales y espirituales que deben primar en la sociedad.
El padre Cavalotto, no nos abandonó, aquel memorable 9 de enero, porque su obra imperecedera hará de su recuerdo imborrable, una presencia permanente en los corazones de todos los romanenses de buena voluntad.
En mi pueblo se debería contruir una estatua con su nombre e inmortalidzalo porque se lo merece
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