Por Sergio López
La llamada democracia formal que existe en la República Dominicana es cada día una democracia deformada. Los supuestos puntales de los regímenes políticos están maltrechos.
Las elecciones, elevadas a un rango teórico de legitimidad democrático, lo que se ajusta al concepto de mito electoral, porque constituye más un ejercicio incompleto y lleno de vicios que una realidad de representación de la soberanía popular.
En nuestro país, las elecciones se han convertido en una verdadera expresión de un electo-mercado, es decir, concebir lo que debe ser un derecho civil ciudadano, como un mero trámite adornado de los vicios mercantiles aplicados a la política.
Además, la gente es desinformada y llevada a presenciar verdaderos show electorales de mal gusto, apoyado por los poderes fácticos, como los grupos económicos-financieros, sectores de militares, medios de comunicación, las iglesias católicas y evangélicas, etcétera, etcétera…
Mucho del desprestigio de la política dominicana, así como el abstencionismo y de la indiferencia del pueblo sobre los comicios electorales, radica en la forma que éste ha ido tomando.
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